Miriet Ábrego, 8 de Marzo 2021.
Ansiosa como cada 8 de marzo, mis manos sudan, acelero el scooter para llegar a tiempo al Parque Central de San José, parqueo y engullo un sándwich en segundos. Son las 4 p.m. y está un poco nublado, saco la cámara y empiezo a documentar, como es mi costumbre todos los años desde 2016 al conmemorar el Día Internacional de la Mujer.
Pero esta vez es distinto, este año me siento más emocionada, porque pronto llegarán dos de las mujeres que marcan mi vida y voy a compartir esta marcha junto a ellas.
Colores morado y verde más un poco de escarcha inundan mi lente, chocando al mismo tiempo con múltiples miradas en movimiento provenientes de todas direcciones, me detengo y observo con más calma las miradas, son espectadores de la marcha.
Expresiones de sorpresa, curiosidad, agrado y desaprobación se observan alrededor de un grupo de unas 50 personas, la mayoría mujeres organizadas y en pie de lucha.
“Me cuidan mis amigas, no me cuida la policía” se oye a toda voz, unos y se detienen a observar qué es lo que sucede, es entonces cuando prestan atención a los cánticos de las mujeres presentes, el sonar de los tambores, los múltiples carteles, las fotos de las que ya no están, unos siguen su paso y otros permanecen atentos.
A lo largo distingo voces conocidas, son ellas, me muevo rápidamente para salir de la muchedumbre y encontrarlas, mi amiga Yans de 30 años y su hija Angélica de 10 con los ojos escarchados me llaman, agitan sus brazos para encontrarnos finalmente. Angélica se acerca y me dice “mira Miri” y me muestra su cartelito hecho con una hoja de papel que decía, “¡Mi cuerpo! ¡Mi decisión! yo le sonrío bajo el cubre bocas y le digo que me encanta mi amor.
Inicia el enérgico recorrido de las manifestantes por San José centro con dirección a la Corte Suprema de Justicia, se bloquea la calle con éxito, e inicia la catarsis.
Yans me cuenta, “hoy me levante sensible, con mucha rabia, y es que me duelen principalmente las niñas vulnerables a las que los hombres agarraban impunemente”, pero también agrega, “la calle es de una y una debe de estar gritando y exigiendo” si así lo amerita.
Por otro lado, recordaba la mujer que fue hace 11 años, “yo era una mujer muy insegura usted sabe, con miedos, abusada y reprimida” le preguntó por qué decidió venir a la marcha ya que sabía tenía mucho trabajo pendiente, a lo que responde; “mae estoy acá para decirle a la Yans de hace 11 años que ella tiene derecho a una vida digna, a ser amada y respetada al igual que su cuerpo, ese el legado que le quiero dejarle a mi hija”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la ONU Mujeres publicaron el pasado 9 de marzo 2021 que un tercio de las mujeres del planeta son víctimas de violencia física o sexual, generalmente desde que se es muy joven, esto a manos de sus parejas u otras personas. Este es un fenómeno que no retrocede desde hace diez años y vino a empeorar por la pandemia de COVID-19
Por otro lado, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) publicó el pasado 4 de marzo que,” la tasa de desempleo nacional fue de 19,1 %, en comparación con el mismo trimestre del año anterior, aumentó estadísticamente en 6,8 p.p. Las mujeres presentan una mayor tasa de desempleo que los hombres; 24,6 % y 15,2 % respectivamente.”
Seguimos, la marcha avanza, y a todo pulmón se escucha “Aborto legal en el hospital” es la consigna que se corea, marchamos por la calle con paso firme, a un costado del museo Nacional. Me detengo y las contemplo sin que ellas lo noten, mi amiga y su hija saltan, bailan y gritan, se besan y se abrazan como si tal vez mañana no lo pudieran hacer más, mis ojos se tornan chilosos y aguados, no puedo evitar lo, empiezo a recordar nuestro pasado juntas.
El proceso de entender el feminismo
Nos conocimos en séptimo grado en el Liceo Los Lagos, a los 12 años, pero a mí me parece que nos conocemos de toda la vida. En el colegio formamos un grupo de amigas de cinco chicas, pero siempre ella y yo éramos un poco más cercanas, la pasábamos bien, hacíamos tonterías, reíamos mucho y viajamos juntas porque vivíamos muy cerca en Guararí de Heredia.
Las dos reprobamos noveno grado por lo que salimos del colegio un poco tarde, Yans a sus 17 años conoció a hombre cinco años mayor y con quien inició un noviazgo, Cuando lo vi por primera vez, me pareció que no sería bueno para ella, tal vez una corazonada, pero cómo decirle eso de primera entrada a tu mejor amiga, que recién empezaba a bailar en las nubes del primer “enamoramiento”.
Pasaban los meses y yo notaba cambios en ella, vestía distinto, usaba tacones, el cabello planchado y en realidad no parecía ser ella misma, se veía como un personaje forzado. Creí tener graves problemas de celos de amigas y tal vez fue un poco así, pero había algo más, ella estaba más distante, él ocupaba todo su tiempo o eso me parecía.
Fue un sábado, me escribió preguntando si estaba en casa, le respondí que sí, pero me pareció extraño, ella me dijo que iba a llegar, que tenía que contarme algo. Cuando la miré, su cara me entristeció de inmediato, su voz se cortaba, tenía sus hermosos ojos negros hinchados y enrojecidos, entonces me dijo entre lágrimas de desesperación, “estoy embarazada”, la abracé en un segundo y comenzamos a llorar juntas, yo no supe qué decir, estaba impactada por la noticia.
Dijo a continuación, “necesito que me ayudes a abortar, no se lo puedo pedir a nadie más”. Inmediatamente sentí el odio emanar por ese tipo, que la había consumido por completo sin que ella lo pudiera notar, se había adueñado de sus horarios; de su forma de vestir, de su virginidad y hasta de sus métodos anticonceptivos porque “no le gustaba con condón”, y con descaro se alegró de haberla dejado embarazada.
Por otro lado, nuestras otras amigas no eran como nosotras en ese sentido, ninguna de ellas lo hubiera siquiera pensado en ese momento, por su formación y prejuicios religiosos, pero nosotras nos parecíamos más.
Nuestras familias eran mucho más conflictivas y ya nos había tocado acudir a la rebelión en más de una forma, también tuvimos que defendernos en más una ocasión del machismo en nuestras casas, las dos sabíamos lo que eran los gritos e inclusive la agresión física, huir de casa por un “berrinche” que al fin y al cabo no lo era, por eso nos podíamos entender más entre nosotras.
Teníamos 19 años, pero aún me parecía que éramos de 12.
De golpe venían a mi mente todas las veces que nos habíamos apoyado tras problemas familiares, las lágrimas derramadas por la mala relación que tenía con su madre y con su padre, la misma historia con sus hermanos que la veían más como servidumbre que como una persona, ella era la única hija mujer en su casa, al igual que yo, el machismo vivía bajo nuestros techos y lo desayunábamos todos los días.
Aunque me creía valiente era una completa ignorante, sentí el peso de la petición de mi mejor amiga como un salto al vacío. Ya habíamos coqueteado con el feminismo sin saber muy bien qué es, pero estábamos demasiado lejos de poder actuar, fue entonces donde floreció la ingenuidad y la desesperación de dos chicas con algo de internet.
Entonces hicimos una lista telefónica de clínicas al azar y desde el fijo de mi casa llamamos preguntando “¿ahí se realizan abortos?”. Obviamente las respuestas alarmadas de los recepcionistas eran “eso es un delito, eso está mal, en Costa Rica van a la cárcel por eso” y demás, leímos y escuchamos de muchos supuestos métodos, cada vez más riesgoso o costosos, también los famosos “té”, o la aspirina con coca en ayunas y todo me parecía horrible y absurdo. Me sentía frustrada.
Una vez más ingenuamente decidimos que hacer mucho deporte tal vez funcionaria, llegamos al entonces “Fosforera” un gimnasio cercano a Guararí, yo le indicaba que ejercicios “extremos” hacer y ella los realizaba hasta que no pudiera más, sintiéndonos como dos perdedoras sudadas y sin éxito regresamos a casa ese día.
Ya se cumplía una semana desde la noticia y claramente no lo íbamos a lograr con esos métodos, un par de días después me contó que había leído de unas pastillas donde se debía tomar 12 cápsulas la primera vez y 15 la segunda, ello lo intento, se tragó 12 pastillas cuyo nombre no precisamos y empezó a sentirse muy mal, vomitó muchísimo casi se desmaya, hasta que se recuperó, y ya no lo volvió a intentar, tenía mucho miedo.
Fue así como su resignación fue la mía, temía por la vida de mi amiga, me parecía injusto perderla por la situación. Pensaba en ella toda la noche, imaginaba lo que se sentía estar en su lugar, me sentí impotente y para empeorar las cosas, el tipo la amenazó con la policía si intentaba abortar. Así fue como Yans inició su embarazo, lloraba todo el tiempo, se sentía perdida y muy sola.
Ya había sido difícil verla cambiar por la lengua filosa y oportunista de este hombre, quien era trabajador de una fábrica y nunca se preocupó por terminar el colegio, quien ahora la amenazaba para seguir haciendo su voluntad.
Ella durante los primeros meses de embarazo perdió una cantidad de peso impresionante, siempre había tenido anemia y múltiples problemas menstruales, pero en esta ocasión se veía desmejorada en todo aspecto y me partía en dos verla así.
Esos días siguientes nos vimos en mi casa, ella seria y triste me cuenta algo difícil de olvidar: “ayer mi papá me dijo que necesitaba hablar con él (su pareja), llegaron y se sentaron a la mesa, empezaron a hablar como si yo no existiera o no estuviera ahí, mi papá le dijo que teníamos que casarnos y él respondió que estaba bien, así nada más, pero yo no quiero casarme por un embarazo, no sé qué hacer”.
Se quebrantó aún más, ella nunca lo amó y empezó a sentir que lo odiaba, pero en su ingenua cabeza necesitaba a este hombre para cumplir una serie de expectativas familiares y sociales, expectativas que casi acaban con su vida.
Meses después, con un vientre mucho más notorio, en una tarde de amigas y café, nos reunimos las cinco y comentamos qué género nos gustaría que fuera la futura personita, ella y yo coincidimos en que “ojalá fuera niña” y nos reímos por pensar igual.
Yans tenía un sueño después de todo, quería ser la madre que nunca tuvo para su hija, quería darle todo ese apoyo, empatía, cariño y seguridad que ella no tuvo, deseaba darle demasiado y cada vez estaba más segura de eso, sus ojos empezaban a brillar otra vez como fuego y mi corazón se sacudió.
El día de su cumpleaños número 20, durante la madrugada, empezó su labor de parto. Angélica nació un día después que su madre y fue perfecta. Cuando fuimos las chicas y yo a conocerla, sentía un nudo en la garganta, me di cuenta que me sentía culpable con la bebé y por muchos años cargué con ese sentimiento.
Atravesando el patio de la casa de sus padres me empezaron a sudar las manos, entré por la puerta y sentí mis axilas mojadas, estaba nerviosa, las vi, ella estaba sentada en un sillón verde sosteniéndola, entonces mil cosas que no puedo explicar recorrieron mi cuerpo, solo sentía que quería llorar y abrazarlas pero me contuve para no hacer un “papelón” según yo.
Recuerdo la impresión al ver sus morenos pezones sangrar, ella fruncía su ceño en señal de profundo dolor y yo trataba de imaginar lo que sentía al mismo tiempo que me retorcía, Angélica bebía leche y sangre materna al mismo tiempo, no creo que nadie nos prepare para eso.
Ya teníamos 21 años y yo había logrado el sueño de ingresar a la universidad pública a estudiar fotografía, me consumía horas en el viejo laboratorio químico de revelado blanco y negro, lo amaba.
Conocí el movimiento estudiantil y me sobraba la energía y el entusiasmo, de repente estaba inmersa en la política a través de algunas organizaciones que había conocido, estaba por fin aprendiendo de eso que llamamos feminismo.
De repente sentí que finalmente todo tenía sentido, comencé mi propio proceso hacia la liberación y sanación, como niña abusada cargaba mil traumas y cosas que necesitaba reconstruir, pero eso no solo lo quería para mí, no, yo quería que Yans finalmente se liberara de las cadenas de ese horrible sujeto.
Al inicio le hablaba con temor a mi amiga, no sabía cómo lo iba a tomar, no quería que se sintiera atacada solo quería ayudarle a abrir sus ojos y que fuera valiente, temía que mis palabras la acercaran más a él. La economía era un tema clave ella temía quedarse sin su apoyo, y no tener con qué mantener a su hija, intente ser paciente pero constante, y ella empezó a responder poco a poco.
Cuando hablaba con ella notaba que su rostro me proyectaba más seguridad en sí misma, me emocioné, uno de esos días me dijo, “mae sus palabras tienen más sentido para mí que las palabras que me dicen los y las demás”, “ somos siempre las mujeres las que asumimos dos y hasta tres roles en la sociedad, tenemos varios trabajos y no son pagos además” ella lo empezó a entender por qué lo vivía a diario en carne propia.
Fuimos juntas a algunas charlas del Partido de los Trabajadores (PT), organización que realizaba escuelas y cine foros del feminismo, vimos allí películas como “Las sufragistas” o “Historias Cruzadas” empezamos a interactuar más con personas diferentes a las de nuestro entorno, con otras ideas de lo que debe ser el rol de la mujer en la sociedad.
Aprendimos que el feminismo no se trata de hombres contra mujeres, que no es competencia, sino que, es básicamente igualdad de oportunidades, respeto en todos los niveles, y superar la mercantilización de nuestros cuerpos como objeto de consumo, y esto fue muy positivo para ambas.
Al poco tiempo, finalmente lo había dejado, pero él no quería aceptarlo. A pesar de las advertencias que él le hacía, se matriculó en la Universidad de Costa Rica (UCR). Ingresó a la carrera de inglés, ya que analizó que esto sería lo más rápido para posicionarse en el mercado laboral y lograr su anhelada independencia junto a su hija.
No fue nada fácil, familiares y conocidos le decían mala madre por ir a estudiar, entonces se intensifico el ciclo de violencia, en especial de ese hombre, quien la empezó a amenazar con varias cosas, como ir a la universidad y decir que ella tenía sexo con todos los profesores para que la expulsaran.
En otra ocasión él fue hasta la casa de su abuelita en San Carlos, a decir básicamente que ella era zorra, también le gritaba desde afuera del portón cosas terribles mientras sus vecinos expectantes y sus papas no hacían nada por ella.
Otro día, aprovechando que iba a ir a recoger a la nena, el tipo se metió hasta su cuarto, la empujo contra la pared, le tomó los brazos y los aprisionó, acercó todo su cuerpo contra el de ella y la empezó a besarla forzosamente, me contó como forcejeó contra él, mientras la niña veía fábulas en la sala, hasta que afortunadamente llegó uno de sus hermanos y él se tuvo que retirar, si no, no sabemos lo que hubiera pasado.
Aunque mi amiga no pudo mantenerse en la UCR por lo complicado de sus horarios, entró a trabajar para una empresa trasnacional donde conoció a un maravilloso hombre quien es ahora su futuro esposo y aliado del feminismo, luego ingresó a trabajar en Amazon donde su inteligencia e ingenio se desató sin la más mínima timidez, toda su capacidad, que es enorme, explotó y hoy día es una alta ejecutiva de dicha empresa, en donde tiene muchos planes para el futuro.
Si bien el proceso ha sido largo y en especial doloroso, pasaron muchas cosas más. Actualmente el tipo ya no es relevante en su vida, logró casi anularlo de ella, y Angélica si bien comparte tiempo con su padre biológico, no es mucho, ya que encontró una verdadera y positiva figura paterna en Manuel, la pareja de Yans, y viven como una amorosa y divertida familia desde hace ya algunos años, y en espera de la boda programada para el próximo diciembre.
A pesar del miedo y la soledad que vivió durante el proceso Yans se levantó de las cenizas como un fénix, luego de una relación que la llevó incluso a pensar en suicidio. Ella nunca más volvió a dudar, fui testigo de cómo empezó a florecer y sanar, a pesar de todo, ahora ella es imparable. Y lo logró, Angélica es una niña maravillosa, plena y clara de que en su cuerpo solo manda ella.
“¡Se va a caer!”
Nos habíamos separado durante la marcha, ya que yo necesitaba seguir documentando la actividad, había caído la noche, y un grupo de chicas hacían performance con fuego, otras bailaban alegres alrededor de los tambores, las panderetas y las pañoletas.
Un grupo de mujeres nicaragüenses llamó mi atención, el dolor retumbaba en sus gargantas, ellas gritaban ¡Marchamos aquí, no puedo en mi país! ¡Ortega dictador, asesino y violador! y en sus ojos se podían ver lágrimas y estas rodaban por sus mejillas, yo las conocía de manifestaciones anteriores, pero siempre me han conmovido, es evidente que su dolor no ha disminuido en los últimos años y tal vez nunca lo haga.
Sigo adelante y las busco con la mirada, después de un par de cuadras las encuentro brincando por la calle frente a la Corte Suprema de Justicia, van cantando agarradas de la mano: ¡Ahora que somos muchas, ahora que, si nos ven, abajo el patriarcado, se va a caer, se va a caer, arriba el feminismo, que va a vencer, va a vencer!
Nos encontramos finalmente y compartimos los últimos momentos de la actividad juntas, hablamos con viejos conocidos del PT y otras organizaciones, poco después termina la marcha, la pareja de Yans estaba ahí y las iba llevar de vuelta a casa sanas y salvas, Yans me dice “ya sabe, avíseme cuando llegue a su casa ¡oyó!” yo le sonrío debajo del cubre bocas, las abrazó a ambas y le respondo “va pues” nos vemos pronto amigas.
Yans y Angélica posan durante la marcha en conmemoración del Día Internacional de la Mujer, 8 de marzo, San José Costa Rica. Foto Miriet Ábrego.
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